Dra. Ana Gabriela Ortiz Sánchez | Facultad de Medicina – UNAM.
“Cuando yo era estudiante, entre nosotros nos tomábamos gasometrías o nos colocamos sondas nasogástricas, así aprendíamos…”, éste y otros comentarios les resultan familiares a muchos que nos dedicamos a las ciencias de la salud; sin embargo, la implementación de la simulación como técnica docente ha representado una ruptura epistémica en materia del aprendizaje del abordaje de la salud, pero ¿Se está realizando suficiente simulación? ¿Dónde y cuándo se realiza? ¿Qué tan frecuente puede un estudiante acudir a este recurso dentro de un hospital?
Sin contar los centros de simulación que existen en las diferentes Escuelas y Facultades de México, el primer hospital en contar con un centro de simulación fue el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán” (INSMNSZ) en el año 2003, hace apenas 18 años. Hoy en día, algunos de los hospitales de reconocimiento nacional e internacional cuentan con un centro de simulación dentro de sus instalaciones, desafortunadamente la balanza se inclina más hacia los hospitales que no cuentan con estos centros; sin embargo, hay sedes que aún así utilizan la simulación para la formación de los profesionales, resaltando que el recurso más valioso es, sin duda, el recurso humano capacitado en simulación.
Cuando pensamos en el panorama de la atención hospitalaria, y más a raíz de la contingencia, la imagen que se vendrá a la cabeza de la gran mayoría es la de una demanda incalculable de pacientes, muchas veces sobrepasada en su capacidad de atención, la cual está a menudo en manos de este personal en formación, entonces ¿en qué momento se utiliza la simulación para la formación estos estudiantes?
En la actualidad existen pocas publicaciones propias de cada hospital que hace referencia al número de estudiantes que acuden a prácticas con simulación (tanto en pregrado como en posgrado). Un hecho real, es que los estudiantes que se encuentran en años más avanzados de la carrera de medicina mencionan que el haber desarrollado habilidades técnicas y no técnicas previo a sus interacciones con pacientes, disminuyó la ansiedad e incrementó la confianza en sus habilidades, ya que no es ajeno el material o la técnica del procedimiento que van a realizar.
Retomando la situación actual mundial, sobran testimonios y preocupación – tanto en pregrado como en posgrado – acerca de cómo se detuvieron muchas de las prácticas de atención general y especializada para enfocar todos los esfuerzos en la contención de la emergencia sanitaria que sigue en curso. En el caso de los estudiantes de pregrado, que no han acudido a sus rotaciones hospitalarias habituales, la Facultad de Medicina de la UNAM, a través del DICiM y otros departamentos, han encontrado en la simulación (entre otras estrategias) una manera de mantener el desarrollo de competencias necesarias para el perfil de sus egresados. En el caso de los posgrados es un poco más complejo este proceso y se sigue trabajando para que todo el personal de salud en formación pueda adquirir las competencias acordes a su área y no mermar su curva de aprendizaje.
Invitamos a nuestros lectores a compartirnos sus experiencias dentro del ejercicio de simulación en sus hospitales. ¿Su sede cuenta con un centro de simulación? ¿Qué tan seguido lo usan? ¿Qué tipo de simulaciones realizan (tengan o no un centro)? ¿Cómo podrían incentivar más el uso de esta técnica en los hospitales?